En esta versión para un actor sobre Macbeth, gestada en la pandemia, Pompeyo Audivert, vuelve a arrojar un piedrazo en el espejo de las apariencias ficcionales llevando la actuación a una situación extrema, a un pulso de vértigo y deslinde, mostrándonos el esqueleto que sostiene la tragedia Shakespeareana como un fenómeno paranormal de naturaleza metafísica; el actor como habitación posesa, habitáculo de encarnaciones, prisma de las múltiples valencias de la presencia, punto de encaje de un trance colectivo vinculado a la sospecha existencial de ya haber sido, de estar inscriptos en el eje de inercia de un sinfín implacable, en un teatro llamado mundo que nos detenta como piezas predestinadas a un circuito prefijado e irrevocable de muerte y resurrección.